Según nos relatan Constantino Falcón, Emilio Fernández Galiano y Raquel López en su Diccionario de mitología clásica, en la mitología romana, Caco era un gigante, hijo de Vulcano y hermano de Caca, mitad hombre y mitad sátiro, que vivía en una cueva del monte Aventino, en el Lacio (actual Roma). Cuando Heracles se llevaba a Grecia los rebaños robados a Geríones, Caco le robó a su vez unas cuantas vacas mientras el héroe dormía junto al Tíber. Según cuenta la leyenda, el ladrón les había hecho andar  hacia atrás para que las huellas de los animales no lo descubrieran, pero el truco no tuvo éxito, pues los machos de la manada empezaron a mugir y fueron respondidos por sus compañeras. Heracles, entonces, dio con él y le dio muerte. De esta historia puede partir el uso del sustantivo «caco» como sinónimo de «ladrón».

Pero, además, puede ser muy interesante fijarnos en la etimología del nombre, que procede del griego Kakós «malo, malvado».  Y lo cierto es que con el significado de «malo»  tenemos un «caco-» en muchos compuestos, unos aceptados por la RAE, y otros no, pero de uso en medicina o zoología: cacofonía (mal sonido), cacografía (mala grafía), cacoquimia (malos humores), cacostomia (mal olor de la boca), cacosmia (mal olor), cacopragia (mal funcionamiento del aparato digestivo), cacotanasia (mala muerte, opuesta a eutanasia), cacófago (que come desechos o mala comida)… De nuevo la mitología se cruza con la lengua y hace todo más divertido.