La relación familiar entre las palabras es, a veces, intrincada. Tanto que, con frecuencia, palabras que tienen un origen común han terminado por especializarse en significados distintos y distantes, a la vez que presentan una forma que hace irreconocible el parentesco entre ellas. Es el caso de bacilo y bacillar o barcillar cuyo origen común es el diminutivo latino bacillum con el sentido de ‘bastoncito’.
Cuando la ciencia moderna descubre un organismo microscópico, una bacteria, con aspecto de ‘bastoncillo o filamento’, acude al latín para buscarle un nombre y, dada su forma, lo denomina bacilo, una palabra que entra en todas las lenguas a finales del siglo XIX como tecnicismo científico.
Si hacemos caso a los corpus de la Academia, uno de los primeros en utilizarlo en castellano es Santiago Ramón y Cajal, en 1896. Desde entonces, nos acompaña esta palabra que da nombre a diversas bacterias como, entre otras, el bacilo de Koch, causante de la tuberculosis.
Por su parte, desde muchos siglos antes, se venía utilizando un descendiente patrimonial del mismo diminutivo latino para denominar a los esquejes que servían de plantón para poner nuevas viñas, denominados bacillos, luego alterado también en barcillos. En consecuencia –al igual que de trigo tenemos trigal– una finca plantada de bacillos, pasa a ser un bacillar o, más comúnmente, barcillar. Es decir, una viña nueva, si bien luego acabó siendo un sinónimo general de viña. La palabra es tan antigua que aparece ya en alguno de los primeros textos escritos en romance, como ocurre en la conocida Nodicia de Kesos, con fecha aproximada en el año 974.
Otra elemento de interés es que, tanto bacillo como bacillar, aunque figuren en el diccionario académico, son palabras que solo se usan en la antigua zona de influencia del leonés o asturleonés, con un equivalente bacelare en gallego y portugués, pero no en castellano, que prefiere con este sentido el término majuelo.
Puestos a buscarles algún familiar cercano a estas dos palabras hermanas, podríamos citar incluso un término que, como mínimo, es primo suyo. Me refiero al báculo, por ejemplo el que usan los obispos, otro cultismo tomado del latín, aquí con el significado originario de ‘bastón, cayado’ y que en esa lengua era, como bacillum, un diminutivo con la misma raíz en ambos casos.
JRMR