Como se puede leer, por ejemplo, aquí, los dobletes léxicos son “aquellos pares de palabras (a veces más) en los que un mismo étimo latino ha resultado en dos (o más) formas en español: una patrimonial y una (semi)culta. Por ejemplo, el étimo latino «delicatum» evolucionó a lo largo de la historia (con síncopa y sonorizaciones de [k] y [t]) al español «delgado». Posteriormente, se retomó el étimo latino para dar con el (semi)cultismo «delicado»”.

Desde hace ya tiempo, nuestra compañera Janick Le Men Loyer trabaja recopilando ejemplos de este fenómeno léxico. Hoy os dejamos el primer caso que ha redactado para un posible futuro diccionario de dobletes.

salario/ salero

Ambas formas proceden del latín salārius, derivado de sal ‘sal’, de la raíz indoeuropea *sal-, ‘mar, sal, agua salada’, que se encuentra, además del latín, en sánscrito, armenio, griego, irlandés antiguo y ruso. Por lo demás está bien representada en la hidronimia antiguo-europea, lo que lleva a Francisco Villar (Los indoeuropeos y los orígenes de Europa, Madrid, Gredos, 1996: pág. 189) a decir que “esa circunstancia, junto con su extensa representación dialectal que abarca a las lenguas de la India, hace que deba ser considerada una antigua y genuina palabra indoeuropea”.

La historia de la sal está muy unida a las transacciones económicas de la historia de la humanidad, actividad que ha dejado nombre a muchos topónimos (Salinas de Léniz, en euskera y oficialmente Leintz Gatzaga, donde, por cierto, hay un magnifico Museo de la sal; Salies-de-Bearn, en Francia; Salzburgo, ‘ciudad de la sal’, en Austria) y a vías conocidas como rutas de sal, esto es, rutas comerciales prehistóricas o históricas por las cuales se transportaba la sal hacia regiones que carecían de ella. Entre otras, son conocidas la prehistórica Route du sel en Francia, la Antigua ruta del sal, medieval, de 100 km (Alte Salzstrasse) en el norte de Alemania, que conectaba las minas de sal de Lüneburg con Lübeck, o la Via Salaria en la antigua Roma.

En efecto, en Roma existía la Salaria via, ‘vía Salaria’. Se trata de una antigua calzada romana (242 km) que comunicaba Roma (partiendo desde la porta salaria de la muralla Serviana, pasando por la porta Salaria de la muralla Aureliana) y Castrum Truentinum, actual Porto d’Ascoli, en la costa del mar adriático. Era la ruta utilizada por los sabinos para transportar sal hacia el río Tíber, como se puede ver en este texto de Paulus Diaconus. (Sexti Pompei Festi, 437, 4): Salaria via Romae est appellata quia per eam Sabini sal a mari deferebant.

En el mundo romano, la sal era muy importante para la vida cotidiana, para los legionarios, los caballos, la intendencia militar o para pagar a los soldados. Por ejemplo, a los soldados romanos que trabajaban en esta vía se les pagaba una parte del salario en sal. A esta parte se le llamaba salarium argentum, ‘dinero de sal’. Los griegos compraban los esclavos con sal, lo que dio lugar en algunas culturas a la expresión ‘no vale su sal’, es decir, vale menos de lo que se pagó por él.

La palabra latina salārius tenía las acepciones de ‘ración de sal’; más tarde ‘dinero dado a los soldados para comprar sal’ y, finalmente, ‘salario, sueldo, ‘emolumentos’, como se puede comprobar en este texto de Tácito (Agricola 42): Salarium tamen proconsulare solitum offerri et quibusdam a se ipso concessum Agricolae non dedit. Ya en latín, la palabra sal tenía el sentido figurado de ‘gracia, agudeza’.

Después, el término fue ampliando su significado y empezó a emplearse como sinónimo de stipendium (der. de stips, -ĭpis, ‘moneda de poco valor’), ‘tributo, contribución, impuesto’ y de ēmolumentum (der. de molō, ‘moler, triturar el grano bajo la muela en un molino’): en sentido estricto, ‘suma pagada al molinero para moler el grano’, de ahí ‘ganancia’.

Ambas palabras, tanto la culta salario como la patrimonial salero (con la evolución regular del sufijo –arium en –ero) aparecen en castellano en la mitad del siglo XIII: o por alguna d’eillas, deue ser priuado de offitio de auocado et deue render el salario doblado ad aqueill por qui fué auocado, et nunqua deue aduocar aillí ni en otro logar [CORDE. Anónimo. 1250]; antiguo e artero, vertió y de su sal, de su falso salero.   Fiziéronle creer al rey gran falsedat: [CORDE. Anónimo. 1240 – 1250].

Covarrubias, en su Tesoro (1611), recoge salario con esta definición: ‘El sustento y estipendio que se da a cada uno por su trabajo; pudo ser atribuirle este nombre, entendiendo debajo del de sal todo lo que es vianda y sustento, porque entra en todos los manjares; y la mesa sin sal era tenida por profana. Llamose salario el estipendio que se daba a los soldados, o por esta razón o porque les librasen sus pagas en las rentas de las salinas’. Cita el testimonio de Plinio (libro 31, capítulo 7): “Sal honoribus etiam militiaeque interponitur, salariis inde dictis magna apud antiquos auctoritate”. Cornutus in Persium scribit: “Salarium victum esse unius diei atque hoc valde congruit cum verbis Plinii victus enim cotidainus tam est necessarius quam sal”.

 

 

La RAE da entrada también a salario en el Diccionario de autoridades (1739), con dos acepciones: ‘Aquel estipendio o recompensa que los amos señalan a sus criados por razón de su empleo, servicio u trabajo’; ‘Se llama también el estipendio, que se da a todos los que executan algunas comisiones, o encargos, por cada día que se ocupan en ellos, o por el tiempo que emplean en fenecerlos’.

Hoy, salario tiene las acepciones de ‘paga o remuneración regular’, ‘cantidad de dinero con que se retribuye a los trabajadores por cuenta ajena’ (DLE, s.v.) y salero las de ‘recipiente en que se sirve la sal en la mesa’, ‘gracia, donaire’ (s.v. 1 y 4).

Del latín salārius proceden también con acepciones parecidas las voces francesas: salaire y salière.